Cacao, el fruto que recupera bosques y motiva a los jóvenes a quedarse en el campo

Experiencia

En el trópico cochabambino de Bolivia, en el mismo centro del país, la producción de cacao le da motivos a los jóvenes para quedarse en el campo y contribuir a la recuperación de suelos para la actividad productiva. Le ha dado opciones de trabajo a familias íntegras dedicadas antes a otras actividades agrícolas, como la producción de coca, pero más que eso, les ha dado el orgullo de representar a Bolivia en un mercado internacional que valora altamente la calidad del cacao nacional.

El trópico cochabambino es una de las regiones más afectadas por la deforestación y el cambio de uso de suelo, reportando un 85% de desaparición de sus reservas forestales de acuerdo con el Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD) de 2017.

La ampliación de la frontera agrícola, la construcción de caminos y la habilitación de tierras para cultivos son los principales factores para la pérdida de la reserva forestal en esta región.

En la zona se utiliza actualmente la técnica de habilitación de nuevas áreas de cultivo basada en el chaqueo o desmonte que consiste en la roza o limpieza del suelo de malas hierbas, la tumba de árboles y la quema del materia vegetal, porque, según explica Rogers Mendoza, coordinador técnico de la Federación Departamental de Productores y Recolectores Agroecológicos de Cacao (FEDPRACAO) de Cochabamba, es un sistema más económico para habilitar el suelo para una serie de usos, entre los que destaca el cultivo de coca y arroz.

La recuperación de bosques se ha ido dando por la decisión de antiguos productores de coca que migraron a la producción de cacao, fruto que se transforma en chocolate, así como los pioneros cacaoteros de la región que apostaron por sustentar su economía con el cacao.

Y para que el cacao produzca bien, los productores de Cochabamba aplican el denominado “sistema agroforestal”, que es un sistema productivo que integra varios tipos de árboles no maderables, como la yuca y el plátano; o maderables, como la mara, tejeyeque, almendrillo, trompillo y roble, en una misma parcela de manera asociada.

Este modelo de trabajo se centra en mejorar la productividad de las tierras y, al mismo tiempo, brindar condiciones ecológicamente sustentables porque permite la recuperación de suelos, la conservación del agua, la fijación del dióxido de carbono, la recuperación de la biodiversidad, la diversificación de la producción y, de manera general, contribuye al clima, explica Mendoza.

El productor del municipio de Puerto Villarroel, Jesús Nina Lanchipa, comenta que este sistema le permite tener alimentos e ingresos en el corto plazo, porque produce plátano o cítricos y a mediano plazo, es decir entre uno a cuatro años, ya puede producir cacao, siendo la base más importante de su economía y, a largo plazo, un ahorro, porque con la presencia de árboles maderables “es como tener dinero guardado en el banco”.

De cocalero a cacaotero

El representante de la empresa Chocolate Tropical, Marcial Ramos, inició su vida productiva como cocalero. “Pensé que era el único camino económico y no es por hablar mal, no me avergüenzo de ello”. Pero al descubrir las bondades del cacaotal, se dio cuenta de que iba a ser su producto estrella y que lo marcaría de por vida.

Esta decisión se fue reforzando conforme pasaban los años, mucho más después de un viaje a una Macro Rueda de Negocios promovida por la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) en Colombia. Allí tuvo la oportunidad de encontrarse con importantes marcas de chocolate de América que, al probar el cacao boliviano pidieron grandes volúmenes que no podían ser cubiertos con la producción local. Esta motivación quedó en Ramos con la certeza de que su producción estaba en altos estándares de calidad y el desafío de incrementar la productividad.

Para la Federación de cacaoteros la actividad de recuperación de bosques tiene el enfoque agroecológico, pero también un incentivo económico, debido a que con la calidad del grano de cacao y el aumento de la productividad de las parcelas en sistemas agroforestales, el ingreso para las familias se incrementaría, explica Mendoza.

“Somos una Federación joven”, dice su presidente, Valerio Cruz, destacando que en estos tres años de vida se ha logrado articular a cinco asociaciones de productores de cacao en el Trópico de Cochabamba, donde una de sus metas es rehabilitar 300 hectáreas de cacaotales que perdieron su productividad y otras 300 para incorporarlas en la actividad productiva y recuperar los paisajes agroforestales de la región.

Las claves para ello son una correcta organización y el fortalecimiento de la Federación, estrategias en las que incide la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a través de su Mecanismo de Bosques y Fincas (FFF, por su sigla en inglés). “La FAO nos está apoyando en la elaboración de un Plan estratégico institucional conformado por cinco ejes de fortalecimiento institucional, desarrollo productivo, comercialización, transformación de productos e innovación tecnológica”, explica Cruz.

A través de intercambios de experiencias con la Cooperativa El Ceibo de La Paz y recolectores de cacao silvestre del Beni, los productores de cacao de la región han mejorado la selección local del grano, sus técnicas de secado, tostado, y sus formas de organización. “El intercambio de conocimiento de productor a productor es muy positivo porque así aprendemos en comunidad”, explica Ramos.

El impulso que se ha venido dando al sector cacaotero ha renovado el ímpetu de jóvenes productores, quienes desde pequeños han acompañado a sus padres y visualizaron con entusiasmo su futuro en el campo, tanto así que muchos de ellos se quedaron y no migraron.

Jorge Hinojosa, joven productor de la Comunidad Sucre del Municipio de Puerto Villarroel, aprendió a cultivar cacao desde sus 10 años. “Actualmente mi plantación adulta tiene 19 años, esta actividad tiene mucho futuro y es amigable con el medio ambiente, además que puede ser muy rentable”, dice.

Wilder Fernández, perteneciente al Sindicato Entre Ríos del municipio de Chimoré, también se ha visto atraído a la actividad cacaotera, sin descuidar sus actividades productivas. Hace dos años empezó su primera plantación de cacao y ha habilitado casi una hectárea en la que ha trabajado la Escuadrilla de la FEDPRACAO Cbba.. “Tengo 500 plantas en mi parcela, aún no sé cómo me irá porque es mi primera experiencia, en un año veré los resultados.

La Escuadrilla

En el marco de la Asistencia Técnica que brinda el Mecanismo FFF de la FAO, la Federación estableció una alianza estratégica con la Universidad Indígena Boliviana Comunitaria Intercultural Quechua Casimiro Huanca – UNIBOL QUECHUA, a través de un convenio con la FEDPRACAO, de la cual se eligió a los cinco mejores estudiantes egresados de quinto año para formar la denominada “Escuadrilla”, un equipo que brinda asistencia a los productores de cacao y que tiene el desafío de apoyar el desarrollo de injertos en plantas improductivas y podas para incrementar los volúmenes de productividad de cacao.

“Un buen cacao no debe crecer más de tres metros, hay que cuidar que no tenga muchas ramas, así lo protegemos de las enfermedades, además eso permite que entre luz y aire, y de esta manera las mazorcas se cosechan fácilmente”, explica María Huanca Sullca, joven ingeniera agrónoma de la UNIBOL QUECHUA, perteneciente a la Escuadrilla de apoyo de la Federación.

“El municipio está comprometido con la actividad cacaotera, actualmente brinda la asistencia técnica y la producción de plantines, apoya a la FEDPRACAO Cbba. y está haciendo los esfuerzos de concretar el sueño de tener una planta procesadora de chocolate en el Trópico cochabambino”, dice Roger Choque, técnico de Desarrollo Productivo del municipio de Chimoré.

“La calidad de nuestro cacao está ligada a la presencia de nuestros bosques, en el mercado internacional admiran cómo trabajamos nuestro grano, porque es diferente, la producción del cacao restaura nuestra tierra y nuestros bosques, además que tiene un mercado que nunca acabará, solo nos falta fortalecernos y el apoyo del Estado para garantizar mercados internacionales”, concluye Marcial Ramos.

Tomado de: FAO Bolivia