Prácticas integrales en beneficio de la agricultura familiar

Prácticas integrales en beneficio de la agricultura familiar

Como miles de personas en Centroamérica, Elfego Zunún decidió emprender el viaje desde Guatemala hacia Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades laborales y económicas. Sin estudios formativos en ninguna carrera y sin conocimientos de inglés, a lo único que don Elfego pudo aspirar fue a trabajar como jardinero en Los Ángeles, California.

“Es muy duro vivir en un país que no lo quiere a uno, sin conocer el idioma y sin tener apoyo de nadie”, cuenta don Elfego. Durante 6 años enviaba dinero a su esposa para el sustento de ella y sus cuatro hijos.

Luego de su aventura por Estados Unidos, don Elfego se vio obligado a retornar a Guatemala sin ningún plan claro para sacar adelante a su familia. Se asentaron en Sibinal, un municipio fronterizo con México perteneciente al departamento de San Marcos de unos 27 mil habitantes y cuya principal actividad comercial es la producción de cultivos como el maíz, frijol, papa y trigo. “No tenía mucho conocimiento de cómo sembrar la tierra, pero era necesario aprender a hacer algo por mi familia. Fue así como me decidí a poner una granja avícola”, recuerda don Elfego.

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Sin embargo, su inexperiencia en el manejo de animales de granja, su poca preparación técnica y sus limitados recursos, hicieron que esta iniciativa, al igual que su intento por tener una granja de gallinas ponedoras y de cerdos de engorde, fracasara.

Historias paralelas

A media hora de camino de Sibinal se encuentra el municipio de San José Ojetenam. En el caserío Tutizaj, Fausto Ramírez vivía una historia similar a la de don Elfego. En su caso la falta de oportunidades lo llevó a migrar constantemente hacia Chiapas, México, para laborar como jornalero en fincas de ese estado mexicano.

Su salario era de unos Q40 diarios, los que tenía que repartir en su comida diaria, transporte y lo destinado a su familia (esposa y dos hijas). Ramírez se dedicaba, cuando podía, a trabajar su tierra en donde sembraba papa y maíz. “Sembrábamos pero la verdad es que no lo hacíamos bien porque no teníamos conocimiento de cómo hacerlo”, dice don Fausto. Su producción apenas si era suficiente para alimentar a su familia.

En 2011 el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAGA), junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), y el apoyo de las municipalidades locales echaron a andar el proyecto UNJP-GUA-022-UN ‘Desarrollo Rural Coatán-Suchiate’, con el que se buscó fortalecer las capacidades de los agricultores del área rural del departamento de San Marcos, al occidente del país.

La idea del programa conjunto fue incentivarlos a aprovechar la tierra de manera sostenible, instruyéndolos en el correcto manejo de los recursos naturales a través de prácticas como el uso de abono orgánico, instalación de barreras vivas, plantas medicinales, repelentes y rotación de cultivos.

Prácticas integrales

La vida de don Fausto, y su familia, cambió radicalmente. De cosechar unos pocos quintales de papa y maíz, pasó a sembrar haba, arveja dulce, varios tipos de papa, ruda, flor de muerto y ajo (repelentes naturales) y, lo más relevante, instaló un sistema de piscinas que le permiten el cultivo y reproducción de truchas.

 “Tuve que acudir a muchas capacitaciones para aprender. En un principio inicié con 200 pero murieron todas por falta de conocimiento”, cuenta don Fausto. En la actualidad ya puede, tiene un estimado de 3 mil truchas en su terreno.

El manejo integral de los cultivos, los suelos y el terreno en general ha llevado a don Fausto a erradicar por completo la idea de migrar, ya que obtiene todo lo necesario para sustentar a su familia y a generar recursos para su desarrollo gracias a la comercialización de sus productos en el mercado local.

Una de las ideas a futuro de don Fausto es la de instalar un pequeño restaurante en su terreno, ya que la carne de trucha ha sido bien recibida en Tuitzaj y otras comunidades aledañas.

“A mis hijas les encanta la carne de pescado y tenemos muchas visitas que buscan la trucha para celebraciones especiales. La idea sería contar con un pequeño comedor en donde los mismos clientes podrían pescar su comida”, dice emocionado.

Don Elfego, por el contrario, encontró en la truchicultura la oportunidad de sacar adelante a su familia. Recuerda que en 2004, después de haberse asentado en Sibinal, comenzó a comprar alevines y a cultivarlos en su terreno, exclusivamente para el consumo familiar.

“Durante años hemos recibido la visita de organismos e instituciones internacionales. Previo a la entrada de FAO y MAGA, ya habíamos recibido en la comunidad capacitaciones de agencias de cooperación de Austria. Aprendimos conocimientos técnicos en manejo de bosque, agricultura, ecoturismo, apicultura y cultivo de truchas. Fue a partir de ahí que vi la oportunidad de dedicarme al cultivo de truchas”, comenta.

Comenzó con 500 hasta convertir su granja en un criadero de más de 3 mil truchas, las que comercia el mercado local y a través de venta directa con clientes que le visitan en su casa. Además de ello pone en práctica el manejo integral de su terreno, ya que cuenta con cultivos de frijol, algunas legumbres y el cuidado del bosque “para mantener la humedad del suelo”.

De aprendices a maestros

Tanto don Elfego como don Fausto continúan la labor de compartir sus conocimientos y ambos forman parte en sus comunidades de los Centros de Desarrollo Rural (CADER), impulsados por el MAGA y FAO. En cada uno de estos grupos comparten experiencias más de 30 personas, lo que genera transferencia de conocimientos, y consecuentemente un desarrollo sostenible en la comunidad.

“Es importante aprovechar los recursos pero con técnica. El paternalismo hace que la gente se quede detenida. Es mejor aprender y compartir conocimientos. La capacitación siempre es necesaria”, dice don Elfego.

La práctica de la truchicultura forma parte del manejo integral de los suelos, que está dentro del conocimiento técnico que los beneficiarios del programa conjunto aprendieron. Tradicionalmente los cultivos y producción es a través de la tierra, pero la truchicultura se está convirtiendo en una opción viable para el autoconsumo y la generación de desarrollo para las familias de esta zona.

La labor de don Elfego en Sibinal llamó la atención de la Dirección de Normatividad de la Pesca y Acuicultura (DIPESCA), del MAGA, y ahora este municipio fronterizo con México forma parte del mapa nacional de  pesca en el país. Esto, además, hace que Sibinal sea elegible para estudios de parte de las universidades guatemaltecas, como la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC).

“A veces el dinero no alcanza para hacer compras en el mercado pero de pronto nos damos cuenta que todo lo que comemos lo crecemos aquí. Una de las enseñanzas a la hora de lidiar con animales es que aprendimos a que estamos tratando con seres vivos y ahora los mantenemos en mejores condiciones”, concluye don Elfego Zunún.

Continúa con sus siembras y le ha dado una nueva oportunidad a la idea de tener animales de crianza para el consumo, como ovejas y conejos.

Fuente: Página de la FAO en Guatemala

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