Algunos vegetales que hoy están mi plato provienen de los agricultores urbanos de Pachacámac y son el resultado del trabajo esforzado por parte de mujeres tenaces que luchan por fertilizar la tierra, regarla con poca agua y controlar las plagas sin el auxilio de insumos químicos nocivos.
La onda de la alimentación saludable con abundantes vegetales sanos y cultivados localmente (con una baja huella de carbono) también ha llegado al Perú. Sólo en Lima existen 13 bioferias que comercializan hortalizas orgánicas y, en 21 distritos de la ciudad, se realiza algún tipo de proyecto o programa de agricultura urbana. La demanda creciente de productos de la agricultura ecológica se ve reforzada por el boom gastronómico: cada día más restaurantes, tiendas gourmet y hasta algunos supermercados ofrecen productos sanos provenientes de cadenas cortas de comercialización.
La FAO ha asesorado a medio mundo –desde Senegal, pasando por China en su ruta a Colombia- para incorporar la agricultura urbana en las políticas públicas, en razón de sus beneficios para mejorar la canasta básica y la nutrición de las familias más vulnerables, crear empleos y hacer de las ciudades espacios más verdes y resilientes al cambio climático. Hoy, los microhuertos de Dakar producen hasta 30 kg por metro cuadrado de tomates, lechugas y frejoles al año, lo que ha duplicado el consumo de hortalizas entre las familias. En Bejing, más de la mitad del suministro de hortalizas procede de los huertos comerciales de la ciudad y cuestan menos que los productos transportados desde zonas alejadas. 10 mil vecinos de Bogotá cultivan sus propias ensaladas y ahorran en el gasto mensual del mercado. Todmorden, al lado de Manchester y Andrenach, en Alemania son modelos de “ciudades comestibles” con huertas en parques públicos, castillos, jardines privados y patios caseros.
La agricultura urbana es una de las salidas de la pobreza: tiene bajos costos de inversión, ciclos de producción cortos y un gran rendimiento por unidad de tiempo, de tierra y agua. Además, tiene un elevado valor comercial, que se incrementa si la producción es orgánica. El Perú de hoy tiene más pobres urbanos (3.6 millones) que pobres rurales (3.3 millones): ellos podrían abastecer con 50 mil toneladas al mes de hortalizas en Lima; 6000 en Trujillo; 5400 en Arequipa y 4000 en Ayacucho.
Nuestra población urbana es de migración reciente y una significativa cantidad proviene de zonas rurales, donde muchos vienen del campo y tienen experiencia en agricultura. Cultivar en la ciudad permitiría poner en valor su profundo saber sobre la agrobiodiversidad, los ciclos de la naturaleza y la producción.
Por ello, celebremos el lanzamiento -el 22 de agosto- de la primera Plataforma de Agricultura Urbana de Lima por un grupo de productores, organizaciones ciudadanas, bioferias y universidades, con el apoyo de la Cooperación de Canadá, CUSO y la Municipalidad de San Isidro. La promoción de la agricultura urbana debería incluirse en la nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano Sostenible que el Ministerio de Vivienda está elaborando, en la Estrategia Nacional de Inclusión del MIDIS, mientras el Ministerio de Agricultura y del Ambiente deberían preocuparse por llevar la sostenibilidad urbana a la mesa. ¿Qué tal si los Ministros se reúnen para una ensalada?
Escribe Anna Zucchetti / Bióloga, consultora ambiental
Tomado de: Actualidad Ambiental