Revitalizar los sistemas agroalimentarios indígenas para lograr el hambre cero

EXPERIENCIA

En la comunidad indígena emberá de Arimae, 30 productores y productoras asisten, atentos, a una capacitación que se imparte en la casa comunal sobre manejo de tubérculos. La explicación va seguida de una visita a la parcela de la señora Julia Membache, una productora de la misma comunidad.

Julia los espera, orgullosa y ansiosa por mostrar a sus vecinos la organización de su parcela, en hileras perfectamente alineadas y tutoradas casi al completo. Lo que falta, lo ha dejado a propósito para poder explicar a sus vecinos la técnica de tutoramiento que emplea para cultivar ñame baboso, una variedad que estaba prácticamente perdida en la comunidad debido a las plagas y enfermedades que afectaban, año tras año, los cultivos.

“Aquí ya no había ñampi, el baboso estaba perdido porque le salía mucho hongo. Ya no había semillas y no producíamos como antes”, afirma Julia.

Julia recuerda que para para obtener ingresos y poder alimentar a las dos hijas que viven con ella, trabajaba por días. Buena parte de estos ingresos los destinaba a comprar alimentos básicos, como el plátano o el ñame. Pero el pasado año, ella inició la producción estos rubros en el marco de un proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), implementado en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA), y el Ministerio de Gobierno (MINGOB), para la revitalización de los sistemas productivos indígenas de Panamá.

“Me enseñaron cómo sembrar correctamente, cómo abonar y cómo mantener nuestro producto. El año pasado sembré ñame, ñampí y plátano. Me facilitaron 80 libras de ñampí para sembrar y obtuve 6 quintales”, explica Julia. “Como me fue bien, este año lo amplié y tengo más matas”, añade mientras muestra sus cultivos e inicia la preparación de los tutores para mostrar la técnica que aprendió en la escuela de campo instalada por el proyecto.

“Yo he aprendido mucho y ahora traigo a otros productores aquí, a muchas mujeres les enseño, les regalo semillas y les animo a que produzcan”, agrega.

Fue así como Nurbio Dogiramá, al ver los resultados en otras parcelas, se animó a incorporarse al grupo de estos 30 productores que iniciaron este año en Arimae, sumándose a los 40 que empezaron el pasado año.

Este aumento también se ha dado en otras comunidades: de las 586 familias iniciales, ahora participan 742, beneficiando a unas 4.500 personas.

Por Rosana Martín Grillo

Tomado de: FAO