Pasar al contenido principal

El campesinado de Aysén marca el paso hacia la sostenibilidad y llama a consolidar una política pública climáticamente justa desde los territorios

noticia

Con la Patagonia como telón de fondo, el reciente encuentro regional que cuenta con fecha de participación mayo del año en curso, del Programa de Transición a la Agricultura Sostenible (TAS) realizado en las comunas de Aysén y Coyhaique ha representado mucho más que una jornada de capacitación: ha sido la confirmación de que la Agricultura Familiar Campesina e Indígena (AFCI) chilena no solo está dispuesta a enfrentar el cambio climático, sino que está liderando con convicción la transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles, resilientes y justos.

Este esfuerzo, fruto del trabajo articulado entre instituciones públicas como INDAP, INIA Tamel Aike y el compromiso activo de organizaciones campesinas territoriales, ha permitido reunir a productoras, productores, profesionales técnicos y académicos en un espacio donde la experiencia, el saber práctico y la ciencia dialogan para impulsar un nuevo paradigma de producción. A través de capacitaciones en manejo agroecológico, valorización del suelo, estrategias de comercialización y conocimiento del entorno, este ciclo de formación del programa TAS ha sembrado conciencia y acción en más de mil agricultores a lo largo de Chile, consolidando una política que responde a las necesidades reales del mundo rural. 

En el corazón de este proceso estuvo la voz de mujeres campesinas como Johana Castillo, fundadora del emprendimiento "Pensamiento Patagón", quien testimonió cómo el acceso a conocimientos profundos sobre el manejo del suelo ha permitido mejorar la calidad de los cultivos, reducir costos y abandonar progresivamente la dependencia de insumos químicos, configurando una producción más sana, digna y sustentable.

Estos aprendizajes prácticos han sido posibles gracias a la labor comprometida de equipos técnicos locales, como los investigadores Rodrigo Neculmán y María Paz Martínez, la asesora técnica Magdalena Mansilla, y el acompañamiento cercano de funcionarias y funcionarios públicos como Yessica Lagos, directora regional de INDAP Aysén, y Nicole Guerrero, encargada nacional del programa TAS, quienes han comprendido que el rol del Estado no puede ser de mera asistencia, sino de alianza estratégica con las comunidades que día a día producen los alimentos del país.

En este sentido, el TAS no es solo un programa técnico: es una apuesta política por democratizar el conocimiento, fortalecer la autonomía campesina y proteger la naturaleza desde prácticas regenerativas que nacen desde abajo, desde quienes han cultivado por generaciones en condiciones complejas, como las que impone el clima de Aysén. El taller dictado por el académico Luis Sáez, enfocado en la comercialización justa, también puso sobre la mesa la urgencia de valorar la identidad territorial de los alimentos, resaltando el potencial de una economía campesina que puede generar valor sin destruir el ecosistema ni precarizar la vida. Este proceso cobra especial relevancia en un año marcado por la preparación hacia la COP30 que se celebrará en noviembre en Belém do Pará, Brasil, donde el campesinado chileno —y en particular las organizaciones articuladas en COPROFAM— tiene la oportunidad histórica de llevar su voz, sus propuestas y sus prácticas al debate internacional. Lo que se ha vivido en Aysén debe proyectarse como una experiencia emblemática de lo que ocurre cuando el Estado trabaja codo a codo con los pueblos rurales: se cultiva esperanza, se produce soberanía alimentaria y se cuida la naturaleza con sabiduría ancestral y tecnología apropiada. Frente a una crisis climática que exige respuestas urgentes, el testimonio de cientos de familias campesinas capacitadas y fortalecidas a través del TAS demuestra que el camino está en la agricultura con rostro humano, en la agroecología como horizonte y en la participación protagónica de quienes habitan y defienden el campo chileno.

Por eso, saludamos con firmeza el compromiso de los equipos públicos que han empujado esta transformación desde los territorios y convocamos a los organismos del Estado a consolidar este proceso como política de largo plazo, con financiamiento estable, institucionalidad fortalecida y diálogo permanente con las organizaciones de base. La transición no puede ser una moda ni un piloto: debe ser el camino estructural hacia la soberanía alimentaria, la justicia climática y el buen vivir rural. Desde Aysén, con la fuerza del viento y la raíz de la tierra, se levanta una señal clara: el campesinado está listo para liderar el cambio, con dignidad, memoria y horizonte.

Por: Daniel Tobar Jara

Fuente
COPROFAM