Un banco comunitario para combatir el hambre

Experiencias

Un grupo de mujeres de la comunidad guatemalteca de El Rodeo crearon una reserva para abastecerse de granos básicos en tiempos de escasez y para salvaguardar las semillas.

La llegada de las primeras lluvias marca el inicio del ciclo productivo agrícola en el Corredor Seco Centroamericano. Los productores se preparan para la siembra de maíz y frijol con el ánimo de tener una buena cosecha que cubra buena parte del año. Pero este nuevo comienzo lleno de esperanza también inaugura el periodo más difícil para las familias más vulnerables: el hambre estacional.

Este fenómeno es algo crónico y recurrente en el Corredor Seco Centroamericano, que afecta en el periodo entre cosechas a las familias que dependen de la agricultura para su subsistencia. Es en este momento cuando las reservas alimentarias del ciclo anterior se agotan, los precios de los alimentos son más altos y el empleo a jornal es muy escaso. Hasta la cosecha de agosto, las familias que cuentan con ingresos buscan donde comprar granos, pero las que no tienen, pasan muchas dificultades para poder comer.  

“En este periodo la gente aguantaba hambre. No había granos para el consumo en las familias y pasaban por las casas hasta para comprar tortillas, pero no les vendían. Tenían que ver cómo pasaban el día”, recuerda Berta Alicia Pérez, vecina de la aldea El Rodeo, situada en el Corredor Seco de Guatemala.

Esta mujer enérgica y comprometida no se quedó de brazos cruzados ante la necesidad de tantas familias, y comenzó a organizar un grupo de mujeres para buscar soluciones dentro de la propia comunidad. 

“Nos organizamos para sembrar una pequeña parcela comunitaria que nos cedieron. Empezamos con tres tareas de frijol que nos dio tres quintales. Ese frijol lo vendimos y compramos seis quintales de maíz. Los vecinos comenzaron a llevar una arroba y traían 25 libras, y así fue como empezamos desde cero esta pequeña reserva de granos básicos de El Rodeo”, relata Berta, quien ahora su presidenta.  

Para fortalecer esta iniciativa, una asociación local les facilitó más granos que complementaron con lo que obtenían de la parcela, y en ese proceso de conformación entraron en contacto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“FAO estaba trabajando en la comunidad y el comité de la reserva decidió presentar una solicitud escrita solicitando su apoyo. Ellos vieron bien este proyecto y nos aportaron un capital semilla para fortalecerlo. Ahí fue donde crecimos”, agrega Berta. 

Gracias a ese impulso, aumentaron la cantidad de maíz y frijol disponible y lograron construir una pequeña casita a la entrada de la aldea que hoy alberga los silos y hace las funciones de sede de la reserva. Paralelamente, recibieron capacitación de la FAO para tratar y almacenar los granos y fortalecer la asociación, que actualmente cuenta con 35 socias, todas mujeres. En total, disponen de unos 125 quintales de maíz y 10 de frijol.

Durante el año, las socias se organizan en grupos para sembrar, incorporar el abono, fumigar y cosechar, siempre con productos orgánicos y respetando el ambiente, según explican. La cosecha que obtienen, junto con las que logran comprar, se ensilan en la reserva durante los periodos de cosecha y la venden en periodos de escasez. Los granos están disponibles al precio medio de mercado para toda la comunidad pero ofrece la ventaja de una mayor disponibilidad, un ahorro del tiempo y dinero, y la facilidad de acceso a mediante préstamos. 

“Antes nos tocaba ir hasta Jocotán para poder comprar, pero ahora tenemos los granos disponibles en la misma comunidad. Con esta facilidad ahorramos esos gastos del pasaje, los riesgos de ir en carro, el tiempo que empleamos en el viaje, y nos da la ventaja de ofrecerlo ya limpio y preparado”, asegura Nancy Pérez, socia desde sus inicios.

“A veces las personas compran 10 o 15 libras para pasar el día porque no tienen dinero para un quintal. Es una ayuda comunitaria porque también se benefician familias que no forman parte del grupo”, agrega Berta. 

Además de contar con maíz y frijol para el consumo, también hace las funciones de reserva comunitaria de semillas para sus socias. Esta función fue incorporada tras capacitarse y participar en un intercambio de cooperación sur – sur a Brasil. Actualmente, las socias curan y depositan sus semillas en la reserva para la siguiente siembra y, de este modo, si hay afectaciones, se facilita el trueque de semillas. También se ofrecen semillas a crédito para la siembra, con el interés en especie acordado en el comité de la reserva. 

Con los granos y fondos que tienen en la reserva, junto con los que van generando con la actividad, pueden ir reponiéndolo y mantenerse. De su contabilidad se ocupa Margarita Amador, tesorera de la reserva, quien anota en el libro de forma rigurosa y puntual todos los movimientos, tarea que aprendió en las capacitaciones de organización y contabilidad facilitadas por FAO. 

“Cuando una socia se lleva un quintal de frijol o maíz, debe traer eso que se llevó más 25 libras para pagar ese préstamo. Así es como vamos subiendo la reserva con un promedio de las socias. También ayudamos a las socias con pequeños créditos a un interés inferior a lo que ofrece un banco o particular”, detalla Margarita, quien asegura que la confianza también es un aspecto clave. 

Fortalecer la resiliencia a la sequía 

Los beneficios de reservas de granos básicos como la de El Rodeo se han hecho más notorios en los últimos años, cuando el Corredor Seco Centroamericano sufrió las inclemencias del clima, mermando de forma significativa las cosechas de granos básicos de las familias más vulnerables. 

Estas sequías se han producido más frecuentemente desde 2013, dejando en una situación de mayor vulnerabilidad a las familias que dependen de la agricultura. La FAO, en coordinación con autoridades nacionales y diversas agencias de cooperación internacional, como la Agencia de Cooperación de Suecia (SIDA) ha brindado apoyo y asistencia técnica a miles de familias en el Corredor Seco, y ha acompañado iniciativas que surgen desde el interés y la necesidad de las comunidades, lo que ha permitido su fortalecimiento y sostenibilidad a medio y largo plazo. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo de la Universidad Politécnica de Madrid (itdUPM), con la participación de la Secretaría y el Grupo Técnico de Cambio Climático y Gestión Integral del Riesgo del Consejo Agropecuario Centroamericano (CAC), y el Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres en América Central y República Dominicana (CEPREDENAC) han recopilado y analizado un conjunto de soluciones exitosas como la de El Rodeo para generar un inventario de Buenas Prácticas para la Resiliencia. 

Esta iniciativa se enmarca en el Plan Intercoonecta de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), cuyo objetivo es fortalecer las capacidades institucionales de los países de América Latina y el Caribe a través de la gestión del conocimiento. 

“La reserva realmente nos resulta de gran ayuda y por eso estamos dándole continuidad. Yo animaría a otras mujeres a emprender y les diría que no tengan miedo de iniciar un proceso, porque en el camino todo se aprende. Mi consejo es que se organicen, que trabajen con interés y que se valoren como mujeres, porque también nosotras podemos”, concluye Margarita.  

Tomado de: FAO