Buenas prácticas aplicadas al cultivo de aguacate
Reinaldo Sánchez es un hombre de palabras escasas, pero claras. Es casi medio día y el sol de inicios de marzo anuncia con rudeza la llegada del verano en el municipio de San Marcos de la Sierra, en el departamento de Intibucá.
Reinaldo nos espera a la orilla de la carretera y nos invita a subir una empinada ladera hacia su parcela de aguacates que, aun después de una cosecha generosa, continua entregando algunos frutos pequeños pero persistentes.
“Mis padres se dedican a trabajar la tierra; maíz y frijoles, sobre todo. En mi familia, la agricultura es una herencia”, nos comenta mientras toma asiento bajo la sombra de uno de los frondosos árboles de su finca.
Hace cuatro años, cuando Reinaldo decidió tomar el testigo del oficio familiar, no se lo cuestionó demasiado. Hasta donde sabía, era la cuarta generación de agricultores, en una familia que siempre había sembrado lo mismo y de la misma forma.
“La siembra era muy inestable. Los veranos largos arruinaban las cosechas y a veces uno no cultivaba ni siquiera lo que invertía”, asegura mientras examina las hojas del árbol, en busca de algunos frutos remanentes de la reciente cosecha.
En aquel entonces, Reinaldo tenía 28 años y debía hacerse cargo de su hija de cuatro, así que cuando la asociación de productores de San Marcos de la Sierra lo contactó para invitarlo a probar suerte con un cultivo diferente, no lo pensó demasiado.
“Me interesó porque los precios del aguacate eran mejores y había más estabilidad; con mejores ingresos podría sustentar los gastos de salud y la educación de mi hija”, recuerda.
Un nuevo cultivo. Un nuevo mundo
En el marco del acompañamiento técnico que brinda al Gobierno de Honduras el programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO”, una iniciativa conjunta del Gobierno de México, a través de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Reinaldo, junto a otras 21 personas de su organización de agricultores, recibió asistencia técnica en temas como manejo de plantaciones, siembra con distancia, poda y preparación de fertilizantes orgánicos, además de aprender a hacer balances de evaluación de las inversiones que realiza en las fincas, lo que le permite hacer un manejo más eficiente de sus recursos.
Así mismo, estas capacitaciones son posibles gracias a los Sistema de Extensión e Innovación Productiva, una metodología que escala la asistencia técnica de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) los Programas Municipales de Apoyo a la Agricultura Familiar, que a su vez capacitan a las asociaciones de productores, por medio de los técnicos en campo.
En tres años de organización, capacitación y duro trabajo en su parcela, Reinaldo ha visto florecer los frutos de un esfuerzo que no habrían sido posibles sin el apoyo de su organización.
Hoy día, en su parcela hay 35 árboles que producen alrededor de 300 aguacates cada uno y que se pueden vender a un precio de hasta 15 Lempiras en municipios cercanos como La Esperanza, lo que podría significar ingresos de cerca de 150 mil Lempiras por temporada de cosecha.
La asistencia técnica brindada a través de los Sistemas de Extensión e Innovación Productiva, con apoyo de “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO”, no solo le ha permitido conseguir un producto de mayor calidad que puede venderse a mejores precios, sino que también ha conseguido triplicar su producción.
“Lo que antes podría cultivar en tres árboles, ahora lo consigo con uno”, afirma, dejando entrever una sonrisa de satisfacción que habla sutilmente del gran trabajo detrás de sus resultados.
A pesar de que aún no tiene un mercado fijo para la venta de su producto, su asociación de productores ya está trabajando junto a las alcaldías de la Asociación de Municipios Fronterizos de Intibucá (AMFI) para abrir espacios comerciales en ciudades cercanas.
Más allá de los beneficios económicos
Si bien Reinaldo reconoce los atractivos beneficios económicos del aguacate como un producto cuyo precio está al alza, confiesa que lo que realmente lo convenció fueron las capacitaciones sobre sus beneficios para la salud.
“En las capacitaciones nos enseñaron también que el aguacate tiene beneficios curativos. Sirve para bajar el nivel de azúcar en la sangre y para los problemas circulatorios. Por eso, sobre todo, decidí dedicarme al aguacate.”, asegura.
Hoy día, Reinaldo tiene al aguacate como su cultivo principal pero lo complementa con otros como el café, el maíz y el frijol, que son parte de su herencia agrícola.
“Para muchos, irse para los Estados Unidos es más fácil, pues es lo primero que uno piensa cuando ve que la tierra no le da, pero estas capacitaciones nos han enseñado que es muy diferente sembrar así. Cuando sembrábamos “a lo loco” no obteníamos ni siquiera lo que invertíamos.”
La aplicación de un enfoque territorial basado en asistencia oportuna y de calidad por parte de los gobiernos locales, a través de los Programas Municipales de Apoyo a la Agricultura Familiar, y el acompañamiento técnico y capacitaciones que brindan la SAG y el programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO”, fortalecen las potencialidades municipales y la integración de los agricultores familiares como Reinaldo, en organizaciones con capacidad de ampliar mercados para sus productos.
Reinaldo redescubrió la agricultura tradicional en la que creció inmerso, abriéndose a nuevas formas de trabajo que afianzan sus raíces a la tierra que también cultivaron sus ancestros.
“Yo les digo a otras personas que estaban en mi situación que tengan ánimos de luchar, que no se desanimen, que sigan adelante y que no hay como trabajar organizados.”
Tomado de: FAO en Honduras