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De padre a hijo: conocimientos productivos que pasan de generación en generación

Experiencias

La comunidad de Los Pinares, al sur del departamento de Intibucá, le hace honor a su nombre. A pesar de que técnicamente forma parte del corredor seco hondureño, los densos bosques de pino amortiguan el árido clima que rodea la comunidad ubicada a 1,800 metros sobre el nivel del mar.

La frescura matutina aún se siente cuando Israel Rodríguez y su padre Arturo nos reciben con una canasta de naranjas producidas en la parcela familiar; nos comparten algunas y nos invitan a sentarnos a la sombra de dos grandes árboles plantados en el patio lateral de su casa.

Israel, un maestro de educación primaria de 25 años de edad, vio a su padre trabajar la tierra desde que era muy pequeño, luchando día a día para que las doce hectáreas de terreno heredado de su abuelo, produjeran el maíz con el que se alimentaba a toda la familia.

Sin embargo, el cambio climático ha sido duro con la zona. Las lluvias cada vez más escasas forzaron a su padre a abandonar actividades tradicionales de la región como la ganadería y redujeron al mínimo la producción de cultivos como frijol y maíz, muy dependientes de inviernos copiosos.

En 2014, el alza en los precios del café significó una oportunidad para Arturo, pero, con un nuevo cultivo, vinieron también nuevos retos: los mercados más especializados exigían granos de mayor calidad, producidos con técnicas especiales, y las enfermedades como el ojo de gallo, la broca y la roya pronto echaron a perder parte de su plantación.

Israel decidió abandonar las aulas en las que enseñó durante cuatro años y acatar el llamado de la tierra. Su padre y él se repartieron la mitad del terreno familiar y Arturo le enseñó todo lo que sabía sobre cultivar café.

Sin embargo, fue hasta 2018 que las cosas realmente empezaron a mejorar.

La familia de Arturo se unió a la organización de productores de su comunidad, a través de la que comenzó a recibir asistencia técnica como parte del Sistema de Extensión e Innovación Productiva que la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) apoyan, en la Asociación de Municipios Fronterizos de Intibucá (AMFI), a través del programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO”.

“Ellos se acercaron a nosotros. Nos buscaron. Supieron que teníamos parcelas y al final fueron cien productores los que se unieron. La principal ventaja ha sido trabajar en equipo, porque a uno solo le cuesta más, pero organizado tiene más ventajas.”

El Sistema de Extensión e Innovación Productiva, es un modelo que permite escalar la asistencia técnica que provee la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) a las mancomunidades, mismas que la hacen llegar a los municipios y estos, a su vez, a las organizaciones de productores a través de los técnicos de la Unidad de Agricultura Familiar.

A los conocimientos ancestrales de Israel y Arturo, se sumaron nuevas técnicas para tratar su plantación con foliares orgánicos que no solo mejoran la calidad del café que producen, sino que, al elaborarlo ellos mismos, reducen significativamente sus costos de producción.

En los últimos dos años, Israel y Arturo han adoptado nuevas técnicas como el secado del café en zaranda, que permite una desecación más uniforme del grano, el despulpado del café y la producción de café melado que le otorga valor agregado a su producto.

“La gente que no ha recibido estas capacitaciones solo trabaja con químico, entonces cultiva café convencional y el precio es corriente. Lo que nos enseñaron en las capacitaciones es que es mejor tener poquito café pero asistirlo bien, porque a la larga tiene mejores resultados, sobre todo, al momento de determinar el precio.”

El programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO” también apoya a los productores con materiales, como bombas de mochila e insumos agrícolas, además de contribuir a incorporar 16 nuevos cultivos que permiten a las familias comercializar los excedentes de distintos rubros y tener una alimentación más balanceada.

Israel y Arturo han integrado a su finca cultivos como plátano, caña de azúcar, naranja, malanga, yuca y pronto planean empezar a sembrar aguacate, un producto que se cotiza cada vez mejor en los mercados nacionales.

Si bien los precios del café siguen siendo muy variables, Israel asegura que los compradores de Marcala, su principal mercado, valoran y pagan mejor el grano de la asociación, lo que se ha traducido en mayores ingresos para las familias que la integran.

Pero Israel, quien sueña en convertirse algún día en ingeniero agrónomo, no se conforma con aplicar sus nuevos conocimientos únicamente en su parcela.

Los buenos resultados obtenidos gracias a las capacitaciones, lo motivaron a conciliar su vocación de maestro y su herencia agrícola para replicar sus conocimientos y buenas prácticas en el cultivo de café en otros jóvenes de la comunidad que encuentran dificultad en conseguir trabajo o están involucrados en vicios.

“Les digo que piensen diferente, que en caso de no poder estudiar, se dediquen a un oficio. La tierra siempre va a ser rentable para quien sepa cómo cultivarla y eso es lo que yo intento enseñarles a ellos, lo que a mí me han enseñado en las capacitaciones.”

Experiencias como las de Israel, son producto de la aplicación de un enfoque territorial basado en una asistencia oportuna y de calidad de parte de los gobiernos locales a través de los Programas Municipales de Apoyo a la Agricultura Familiar, la transferencia de capacidades técnicas que es posible gracias al apoyo de la SAG y el programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO” que fortalecen las potencialidades municipales, las inversiones oportunas y la integración de los agricultores familiares a organizaciones con capacidad de ampliar mercados para sus productos.

Pero más importante aún, es el papel que personas como Israel y Arturo juegan en el relevo generacional, tan importante para mantener el dinamismo de la agricultura nacional, generando seguridad alimentaria y manteniendo familias unidas.

Tomado de: FAO Honduras

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