Para miles de millones de personas en todo el mundo, la transformación rural significa nuevas oportunidades. A medida que la agricultura pasa de ser mayormente de subsistencia a una actividad que genera ingresos, y de ser tradicional a más moderna, el sector rural está experimentando un gran desarrollo de los medios de vida y de las oportunidades.
Un mejor acceso a los conocimientos y las herramientas significa una agricultura más productiva, y este incremento de productividad en las explotaciones implica más recursos para la educación, la sanidad y otros ámbitos. Mediante la transformación rural, la población rural puede impulsar el crecimiento económico, luchar contra el hambre y sacar a sus propias comunidades de la pobreza.
Sin embargo, para aprovechar este potencial, la transformación rural debe ser inclusiva. En la actualidad, las mujeres –y en especial las jóvenes– no gozan de todas las oportunidades que puede ofrecer esta transformación. Las jóvenes rurales suelen enfrentarse a obstáculos adicionales que otras personas que viven en la pobreza no tienen: menos educación, menos oportunidades de empleo y expectativas culturales más limitadas. Es necesario que las políticas aborden estas disparidades para que la transformación rural tenga en cuenta las necesidades de las jóvenes.
La transformación rural inclusiva no se produce necesariamente de forma natural. He aquí cinco vías que promueve la FAO para garantizar que las jóvenes rurales puedan ayudar a liderar y participar plenamente en la transformación rural:
1. Liberar tiempo para las mujeres
La transformación rural puede ser una fuente de empoderamiento para las mujeres jóvenes de las zonas rurales, en especial a través de unos mayores ingresos. Sin embargo, si la carga de trabajo de la mujer en el hogar sigue siendo la misma, este empleo fuera de casa puede hacerlas aún más vulnerables, ya que no hace otra cosa que aumentar su volumen de trabajo.
Muchas jóvenes rurales pueden seguir encargándose de producir alimentos, así como de otras tareas arduas y que requieren mucho tiempo (como la limpieza, cocinar, recolectar agua y leña, el deshierbe y el procesado manual de alimentos). Por lo general, esto se suma al cuidado de los niños y otras personas de la familia. Estas obligaciones limitan en gran medida el tiempo que las mujeres tienen para estudiar o desarrollar otras habilidades para la generación de ingresos.
Como resultado, las inversiones en infraestructura básica que permite ahorrar tiempo –como el mejor acceso a fuentes de agua y energía–, benefician enormemente a las mujeres. La tecnología agrícola –como los tractores y las instalaciones de molienda– pueden también reducir la necesidad de mano de obra femenina, dejándoles tiempo para estudiar o participar en cursos de formación.
2. Promover el aprendizaje a lo largo de toda la vida y el desarrollo de habilidades
A pesar de las tasas relativamente altas de asistencia a la escuela primaria, las mujeres rurales suelen tener índices de alfabetización más bajos y pasan menos tiempo en la escuela secundaria que sus compañeros masculinos o las mujeres de zonas urbanas. Distancia, seguridad, costes y la actitud de los padres hacia la educación de sus hijas afectan a la asistencia escolar de las niñas rurales.
El aumento de las oportunidades educativas suele llevar a las niñas a retrasar el matrimonio, a encontrar trabajo, o incluso a criar hijos más sanos. Los programas deben estar encaminados a hacer más accesible la escuela secundaria, abordando las normas de género discriminatorias, promoviendo entornos de aprendizaje seguros y mejorando las aptitudes de los maestros. La utilización de transferencias de efectivo ha contribuido también a lograr que las niñas permanezcan en la escuela y terminen con éxito la enseñanza secundaria. Las escuelas de formación profesional técnica agrícola añaden además un gran potencial para que las mujeres adquieran conocimientos técnicos para el empleo asalariado o autónomo, así como habilidades prácticas complementarias para la vida. Por ejemplo, las Escuelas de campo y vida para jóvenes agricultores de la FAO promueven competencias agrícolas, empresariales y de preparación para la vida mediante una metodología de aprendizaje singular.
3. Incrementar las oportunidades
El hecho de ofrecer más oportunidades de empleo a las mujeres dentro y fuera de las labores agrícolas puede contribuir al crecimiento de las economías rurales en su conjunto. La mujer rural se enfrenta a una serie de problemas para mejorar sus medios de vida. Aunque más de la mitad de las mujeres rurales trabajan en la agricultura, la tierra tiende a pasar a manos de los hombres. Esto significa que ellas suelen ejercer como trabajadoras agrícolas no remuneradas para los miembros de la familia, como por ejemplo sus padres o sus maridos. Además, las mujeres jóvenes a menudo tienen mayores dificultades para acceder a los mercados y los servicios financieros, lo que también limita sus oportunidades de emprendimiento.
Ayudar a las jóvenes rurales a desarrollar actividades generadoras de ingresos (como viveros, cría de aves de corral, acuicultura o sastrería) mediante la capacitación en aptitudes técnicas, gestión empresarial y financiera (incluida la importancia del ahorro), la organización de grupos y el liderazgo, puede contribuir a poner en tela de juicio las percepciones tradicionales que impiden la plena participación de la mujer.
4. Fomentar el cambio de comportamiento positivo con respecto al género
En muchas comunidades rurales, hay que cambiar las actitudes para liberar a las mujeres de una vida sujeta a condicionantes culturales. Los clubes de oyentes comunitarios, como Dimitra, pueden ayudar a fomentar el debate sobre temas sensibles como la violencia de género, el VIH/SIDA y el matrimonio infantil, mientras que los grupos de autoayuda y las organizaciones de productores permiten a las mujeres ser miembros activos y líderes dentro de sus comunidades. Mientras tanto, los programas para hombres y niños jóvenes les enseñan a cuestionar los estereotipos y a apoyar los derechos de las mujeres y las niñas. Abordar las causas fundamentales de la desigualdad entre géneros mediante un cambio positivo de comportamiento, es fundamental para que las jóvenes rurales puedan participar plenamente en la transformación rural y beneficiarse de ella.
5. Hacer oír su voz y contar con mayor representación
Por último, las mujeres jóvenes del medio rural necesitan tener más voz en los procesos de toma de decisiones que les afectan. Las normas culturales pueden restringir la participación de las mujeres y las jóvenes, lo que significa que sus necesidades específicas rara vez se escuchan o se tienen en cuenta. En consecuencia, los retos a los que se enfrentan a menudo no se abordan. Sin embargo, el aumento de la confianza en sí misma de las jóvenes, la capacitación en oratoria y liderazgo, el fortalecimiento de las organizaciones de jóvenes rurales y el establecimiento de un nivel mínimo de representación en los diálogos sobre políticas son todas formas de asegurar que las voces de las jóvenes rurales tengan más posibilidades de ser escuchadas, y que la transformación rural pueda ser verdaderamente inclusiva.
Si queremos alcanzar no sólo el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5 (Igualdad de género) sino todos los ODS, las jóvenes rurales deben estar a la vanguardia del cambio.
Fuente: FAO