Día de la tierra y minga indígena

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Desde el inicio de marzo empezó una importante movilización indígena que reivindica el derecho a la vida y a la paz y que propende por la defensa del territorio y de los derechos sociales, económicos, culturales y ambientales. Además, hace alusión al incumplimiento de acuerdos pactados con el Gobierno Nacional y expone un posicionamiento político frente al Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022.

En el centro de las demandas del movimiento indígena se percibe una defensa de los derechos de la naturaleza y del buen vivir, concepto desarrollado por los pueblos aborígenes para construir una nueva forma de organización social que se basa en la ética del cuidado y del respeto a todas las formas de vida existentes en la madre tierra, que aboga por prácticas integrales y respetuosas con la naturaleza y que hace alusión a una cosmovisión holística e integral.  

En ese sentido, entender el movimiento indígena en Colombia va más allá de hacer mención a los bloqueos que se han registrado en distintos lugares del país y a los distintos enfrentamientos, que a todas luces causan dolor en la sociedad que busca la resolución de conflictos a través del diálogo. Este movimiento abarca cosmovisiones y concepciones del mundo pertinentes y necesarias para nuestra época en la cual la madre tierra es el centro de atención y reflexión porque da origen a todo cuanto existe, el territorio ancestral y la biodiversidad que es sagrada.

Según Gustavo Agredo, el territorio indígena es un campo espiritual donde se construye el pensamiento y se dinamiza la cultura. Para ellos, la ocupación del territorio no persigue fines de carácter consumista o mercantilista, sino una forma de vida de integralidad ser humano-cosmos.

Considerar la forma como nuestra sociedad ha construido sus relaciones con la naturaleza pone de manifiesto la crisis del modelo cultural impuesto por el proyecto moderno europeo, instaurado en las sociedades occidentales y centrado en el desarrollo y el crecimiento económico. De acuerdo con Arturo Escobar, este proyecto ha involucrado, a lo largo de la historia, una serie de principios que implican el distanciamiento del individuo racional, su territorio y su comunidad, así como la separación entre naturaleza y cultura, ponderando una economía alejada de lo social y lo natural, y dándole primacía al conocimiento experto por encima de cualquier otro saber.

Así, el desarrollo privilegia el crecimiento económico, la explotación de recursos naturales, la lógica del mercado y la búsqueda de satisfacción material e individual por sobre cualquier otra meta, estableciendo una comprensión instrumental de la naturaleza, subordinada a las demandas del mercado. Esta cultura limita también otras maneras de comprender, pensar, ser y saber, naturalizando una única forma de percibir y de razonar, e involucrando un profundo proceso simbólico y material que envuelve instituciones, individuos y comunidades, prácticas sociales, económicas y ambientales desplegadas en cada aspecto de la vida social y personal.

En sus mensajes, el movimiento indígena vinculado a otros movimientos sociales y ambientalistas ha cuestionado el modelo económico instaurado en la modernidad y su gran impacto en la degradación de la tierra, la contaminación de las fuentes hídricas y la pérdida de la biodiversidad, entre otros factores. Rescatar estos aportes y buscar prácticas coherentes con los mismos deben ser motivo de conmemoración en el Día Mundial de la Tierra, que tendrá lugar el próximo 22 de abril, como una fecha que nos convoca como comunidad académica a pronunciarnos sobre esta causa, a reflexionar sobre las comprensiones que como sociedad hemos construido sobre el territorio, la vida y la cultura, y a reconocer y rescatar otras formas de relacionarnos con nuestro entorno, de organización social y de concepción de la vida.

En ese contexto, entender las luchas gestadas por las comunidades indígenas del Cauca a lo largo del tiempo implica no solamente avizorar las consecuencias de la minga y las manifestaciones en la economía y el transporte, sino comprender todo un contexto político, económico, social y ambiental que trasgrede las lógicas propias de estas poblaciones y que requiere una alternativa por parte del gobierno diferente a la represión.

Escrito por: Leonardo Fabio Martínez Pérez

Tomado de: Boletín WACC ALC

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