Joven agricultora de Paraná produce en equilibrio con la naturaleza

Experiencias

Ana Claudia Rauber trabaja con Agroecología antes de saber que era exactamente esta dinámica de producción. Cuando era niña, acompañó y ayudó a sus padres, agricultores familiares, en la producción de la familia, que en los años 90 ya intentaban practicar el cultivo de alimentos con el mínimo uso de fertilizantes químicos y pesticidas.

Fue cuando comenzó a estudiar que Ana Claudia tuve una mejor dimensión del verdadero significado de la agroecología, y entendió la importancia de esta ciencia para crear sistemas integrados para la producción de alimentos saludables, con conservación de los recursos naturales y con una mejor calidad de vida para las personas que trabajan en la producción.

En los estudios de Ciencias Biológicas en la universidad y en estudios de posgrado en Agroecología y Desarrollo Rural Sostenible, ella fue más allá del concepto y profundizó en las mejores técnicas productivas de este modelo. Con este conocimiento, Ana Claudia, ahora con 30 años, decidió quedarse de una vez por todas en la propiedad de la familia, en Cantagalo, Paraná, tomando el camino opuesto de muchos jóvenes rurales que están dejando el campo para vivir en la ciudad. “Tuve oportunidades de salir y tener otro trabajo y otro estilo de vida. Pero es en la tierra donde me gusta trabajar ”, dice ella.

Fue en 2017 cuando Ana comenzó su trabajo de transición agroecológica para siempre. Con mucho esfuerzo y colaboración de sus padres, desarrolló varias medidas para la preservación de los bosques nativos y las fuentes de agua en su unidad de producción, así como medidas fundamentales para la protección natural del suelo de la propiedad, a través de técnicas de fertilización verde y una gran diversificación de la producción.

Todas estas medidas contribuyen a hacer posible el cultivo de alimentos sin utilizar insumos químicos y mantener el equilibrio del ecosistema natural. Y hoy le permiten a Ana cultivar una gran variedad de vegetales, granos, verduras, frutas, plantas medicinales y flores en su propiedad.

“Cuanto más diversificado sea el sistema productivo, mayor será el equilibrio del ecosistema circundante”, destaca. Además del trabajo de cultivo, Ana también actúa como guardiana de semillas criollas, esencial para mantener el ciclo agroecológico. “Son semillas que se han cultivado, mantenido y multiplicado durante varias generaciones, y que mantienen sus características originales, como una mayor resistencia, por ejemplo”, explica la joven agricultora.

Políticas públicas

Después de todo este trabajo de organización de la producción agroecológica, Ana pudo acceder a políticas públicas que fueron fundamentales para la continuación de su trabajo con generación de ingresos. El primero de ellos fue el logro del Certificado de Producción Orgánica, por el programa del gobierno estatal, Paraná Mais Orgânico. Al participar en este programa, obtuvo dos ventajas:

1 – El sello de alimentos orgánicos, que la respalda para ofrecer precios diferenciados en sus productos.

2 – Asistencia técnica provista por equipos de estudiantes de universidades estatales vinculadas al programa, con monitoreo de producción, planes de gestión y asesoramiento en temas burocráticos.

La segunda política de gran importancia para el trabajo de Ana Claudia, a la que accede la joven desde 2018, es el Programa Nacional de Alimentación Escolar (PNAE), una iniciativa en la que el gobierno compra parte de la producción de los agricultores familiares para su uso en almuerzos de las escuelas estatales. Según las normas de la PNAE, al menos el 30% de los recursos generales destinados a esta compra de alimentos deben invertirse en compras directas de la agricultura familiar.

Para tener una mejor idea de la dimensión de esta política, en 2019 el PNAE transfirió aproximadamente 1.200 millones de reales a los productores familiares en esta dinámica de compra pública, y atendió directamente a un universo de más de 40 millones de estudiantes de escuelas públicas y otras entidades afiliadas al poder público en todo el país – los datos provienen del Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación (FNDE).

Para Ana, acceder a esta política le permite vender productos a un precio justo, tener un buen flujo de entregas semanales al Programa, tener un ingreso garantizado por el contrato establecido y planificar mejor las próximas cosechas.

Además de los problemas logísticos, todavía siente que cumple un noble propósito al proporcionarle comida para las escuelas. “Es muy importante que los niños y jóvenes que están estudiando tengan una dieta adecuada y saludable, y entiendo que estoy contribuyendo a esto con los alimentos orgánicos que cultivo y que los alcanzo a través de PNAE”, comenta Ana.

Con las posibilidades de comercialización abiertas por estas políticas, Ana Claudia informa que hoy puede generar sus propios ingresos, lo que le permite tener autonomía financiera para su propio consumo y también contribuir a los ingresos de la casa donde vive con sus padres.

Comida sana para toda la sociedad

La parte de la producción que no es adquirida por PNAE también es vendida por Ana a personas de las comunidades cercanas a ella. Y en ese sentido, ella también ve un gran propósito en el trabajo que hace: llevar alimentos orgánicos y de calidad a la clase trabajadora.

Ella explica: “Creo que es importante promover el acceso de estos productos saludables a las clases más humildes, y no solo a la élite, lo que todavía sucede mucho, ya que los productos orgánicos a menudo son caros. Así que siempre trato de vender los alimentos que produzco a un precio asequible para llegar a esta población ”.

En este mismo contexto, a Ana le gusta compartir el conocimiento que aplica en su producción, y para eso, recibe grupos de otros agricultores en la propiedad, para presentarles las técnicas exitosas y tratar de alentarlos a que también apuesten por la agroecología. Ella quiere expandir este trabajo para recibir estudiantes de la región, de todas las edades, y transmitirles el conocimiento diverso sobre sostenibilidad que involucra su proyecto.

Recientemente, la experiencia de Ana Claudia con la agroecología fue preseleccionada para el Premio a la Juventud Rural Innovadora en América Latina y el Caribe, del Fondo Internacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo Agrícola (FIDA), en la categoría Conservación, y pasa a la siguiente etapa del concurso.

Desafíos de la producción agroecológica

A pesar de tener éxito con su producción hoy, Ana enfrenta muchos desafíos para mantenerla. La agroindustria, muy presente en su región, es uno de los grandes enemigos de la producción agroecológica. Esto se debe a que, además de usar productos químicos que pueden contaminar los cultivos vecinos, promueve la deforestación de grandes áreas, un hecho que causa desequilibrio en el ecosistema que Ana lucha por mantener en equilibrio. Además de estos factores, el cambio climático también plantea riesgos para el trabajo de la joven de Paraná.

Sin embargo, incluso con los escenarios desafiantes, Ana Claudia no piensa en darse por vencida y se siente satisfecha con su trabajo de contribuir a la soberanía y seguridad alimentaria con productos de calidad y sin dañar la naturaleza.

“La comida debe considerarse algo sagrado, y es por eso que producir sin veneno es una gran cosa. Viviendo y trabajando aquí en el campo, realmente sentimos que somos una continuidad de la naturaleza. De él proviene todo lo que necesitamos para vivir, y con este trabajo siento que puedo ayudar a la naturaleza, con técnicas de producción conservacionistas y alimentar a las personas con calidad ”, concluye Ana Claudia Rauber.

Por Gabriella Avila – Comunicación CONTAG

Tomado de: COPROFAM