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Luisina, joven ingeniera agrónoma de Uruguay que busca transformar el campo desde la raíz

experiencia

En las reflexiones de Luisina Torres sobre sus orígenes, surge su abuela, mujer rural fuera de serie

Fuerte, “empoderada”, además de los quehaceres domésticos, su antepasada se ocupaba de las tareas del campo a la par de los hombres. En el 2021, ese recuerdo de una mujer a la que apodaban “la jefa” le quiebra la voz de emoción a Luisina, ingeniera agrónoma, mujer en un ámbito muy masculino, profesional más joven de Ganadería y Clima, un proyecto de Uruguay apoyado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). 

En un país donde la economía gira en torno a la actividad agropecuaria, Luisina conoce la realidad de las numerosas familias que basan su sustento diario en la ganadería desde su infancia en las escuelas rurales del departamento de Colonia (litoral Oeste del país), donde sus padres fueron maestros y su abuela y abuelo, productores. Desde muy joven, supo que quería aportar a mejorar la vida de las familias del campo y su abuela tiene mucho que ver con eso.

En el año 2009, fue a estudiar al departamento de Flores a una escuela agraria y así comenzó el camino para cumplir su objetivo: ayudar “a los que más lo necesitan”, sin dejar de lado la sostenibilidad. En 2012, Luisina llegó a la Facultad de Agronomía en la capital, Montevideo, que la convirtió en "la Ingeniera" (agrónoma), como le dicen a menudo, aunque sabe que ese es solo uno de los aspectos de su identidad. 

Más allá de la ingeniera

Cuenta que, como estudiante, eligió un camino diferente del de la mayoría de sus compañeros que se orientaron a lo empresarial o productivista.

Ella siente que hay que ahondar en otros aspectos, más allá del plano productivo o científico. Hoy, con 27 años, acompaña con un enfoque integral a familias productoras que adaptan sus prácticas para mejorar su productividad, la sostenibilidad de su actividad y el cuidado ambiental, logrando más rentabilidad y menos emisiones de gases a efecto invernadero, en un proyecto liderado por el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca de Uruguay. Es la profesional más joven del proyecto.

La escucha activa de lo que sienten los productores frente a un asesoramiento técnico, que puede afectar de manera inmediata su calidad de vida, es esencial en el abordaje de Luisina. Pero Luisina no solo transmite su conocimiento de especialista, también aprende de diálogo y de respeto y cree que del intercambio de saberes y experiencias con las familias productoras van a nacer cambios de gran impacto para Uruguay y el mundo.

Para ella, darle sentido a sus tareas diarias pasa por ir a la raíz del pasto que hace al campo natural, en el que se cría la vaca, cuidada por los y las productoras que, gracias a su trabajo, se alimentan y alimentan al mundo con productos de calidad que son motivo de orgullo.

"Se da muchas veces que las mujeres tienen una visión más global de las cosas, que se expande más allá de lo productivo y ese enfoque amplio es muy importante para un encare sistémico de cada núcleo productor. Pero para que eso se dé, hay que generar espacios y dar tiempo para establecer un vínculo de confianza donde ellas puedan volcar sus apreciaciones sin sentirse juzgadas", explica Luisina.

"Por esto, un aspecto que realmente me preocupa y desafía es que las mujeres productoras sientan que son escuchadas y valoradas. Que sepan que su opinión hace la diferencia y que es muy importante para la totalidad de la producción. Me parece fundamental que ellas tengan el espacio para expresar esas opiniones y cómo se sienten y cómo ven la repercusión de las decisiones técnicas", agrega. 

Respecto a la división del trabajo, decisiones y responsabilidades dentro de cada familia, Lusina está en constante aprendizaje. Para ella decir “esto funciona así” es, de alguna manera, clausurar el entendimiento de una realidad que va cambiando con el tiempo.

Para ella, "más allá de mis ideas preconcebidas de cómo funcionan las familias, en quiénes recae tal o cuál trabajo, las tomas de decisiones, etc, creo que siempre es necesario estar observando para poder visualizar cómo se dan las dinámicas. Entonces hay que saber escuchar mucho sin invadir el intercambio. La generación de espacios de confianza no es algo que se de en la primera o segunda visita al predio, sino que se va logrando de a poco".

De esta manera empática, Luisina se basa en prácticas de cuidado del ambiente y de los pastizales para lograr una mejor vida en el campo y hace suyo cada día el desafío de generar espacios de intercambio en donde los aportes y las opiniones de las mujeres puedan ser escuchados y valorados, algo que su abuela le demostró con su ejemplo. 

"Hay que ser muy inclusivos con los interlocutores cuando se pregunta '¿y ustedes qué piensan?' y jamás dirigirse a un solo integrante solo de la familia, es importantísimo que todos se sientan considerados dentro de esa conversación", explica.

Esa postura de Luisina es sin duda el mejor homenaje de Luisina a su abuela, esa "mujer que tomaba decisiones, que no era sumisa". "Mi formación como agrónoma y el enfoque que intento darle, tiene una gran influencia de mis abuelos paternos y, particularmente, de mi abuela", confiesa y así transmite al campo uruguayo un poco de lo que aquella mujer le transmitió con su ejemplo.

Evento: Desafíos para mejorar la producción, la nutrición, el medio ambiente y la vida en Uruguay 

Tomado de: FAO

Fuente
FAO
Publicado el