El valle de Sinja, situado en el noroeste de Nepal, es un lugar asombroso que cuenta con una historia muy rica. Entre profundas laderas de montaña y cuevas rocosas se ocultan las ruinas de grandes palacios y templos, restos de la capital del influyente reino Malla occidental que gobernó en la zona entre los siglos XII y XIV.
Sin embargo, hoy en día, la grandeza de la ciudad es solo un recuerdo lejano y los agricultores del valle de Sinja están teniendo dificultades para sobrevivir. Aislados y marginados, como gran parte de los 350 millones de personas que habitan en las regiones montañosas de los países en desarrollo, no cuentan con un acceso fiable a alimentos. Sus ecosistemas vitales se ven amenazados por el cambio climático, la degradación de la tierra y los desastres naturales y la competencia por los cada vez más escasos recursos puede dar lugar a conflictos o migraciones.
La historia de Lalita
Lalita Rokaya es una de esas agricultoras que vive con su familia en el valle de Sinja. Su familia se dedica mayoritariamente al cultivo de los frijoles de Jumla, un colorido alimento autóctono de la zona. Se trata de uno de los ingredientes básicos del kwati, una sopa típica de la zona de montaña de Nepal que se consume en celebraciones y festivales. Estos frijoles son esenciales para el distrito de Jumla y la familia de Lalita, y han sido durante siglos la principal fuente de ingresos de los agricultores de la zona occidental de Nepal.
No obstante, a pesar de su importancia, las comunidades en Jumla se han enfrentado a problemas importantes a la hora de comercializar el producto. Lalita recuerda cuando su padre regresaba a casa del mercado con los bolsillos vacíos. De los 2 000 kg de frijoles que llevaba consigo para vender en el mercado de Katmandú (a más de 800 km del valle de Sinja), tan solo vendía 300 kg. Circunstancias de este tipo eran a menudo una dolorosa realidad. Al hacerse mayor, la familia retiraba con frecuencia a Lalita de la escuela para ayudar en la granja, pues apenas tenían para subsistir y la educación era un lujo que no podían permitirse.
Precios más justos para las comunidades de las zonas de montaña
Lalita recuerda el día en que la suerte de su familia cambió. Su cooperativa local, el Grupo del valle de Sinja, se asoció con Organic World and Fair Future, una empresa privada del sector ecológico y social de Nepal que forma parte de la Alianza para las montañas. Llegaron a un acuerdo mutuo con respecto a la producción, el suministro y la comercialización de los frijoles de Jumla. En 2016, la colaboración sirvió de base para conceder a los frijoles de Jumla el etiquetado descriptivo de Producto de la Alianza para las montañas de la FAO, una iniciativa cuyo objetivo es aumentar los ingresos de los agricultores de montaña que viven en zonas remotas.
En la etiqueta de Producto de la Alianza para las montañas, diseñada conjuntamente con Slow Food International, una organización italiana que promueve productos y cadenas alimentarias sostenibles, se cuenta la historia que hay detrás de productos tradicionales desde los orígenes y el cultivo hasta el procesado y la conservación.
El etiquetado ha ayudado a certificar la autenticidad y alta calidad de los frijoles, dificultando de esa manera los productos de imitación en el mercado. Los frijoles de Jumla también se han empezado a vender en supermercados nacionales, lo que ha aumentado enormemente las ventas y ha permitido que la producción se cuadruplique en tres años. Los productores han podido elevar el precio de los frijoles más de un 25 %.
El éxito de los frijoles mixtos de Jumla ha mejorado la seguridad alimentaria de la familia de Lalita y su comunidad. Muchos jóvenes, incluida Lalita, han podido retomar sus estudios y la comunidad ha podido utilizar parte de sus ingresos adicionales para cubrir sus gastos médicos. Las mujeres de la comunidad están participando cada vez más en la agricultura y la cría de animales, una nueva opción de subsistencia para las mujeres.
Contar la historia de los frijoles mixtos de Jumla a consumidores de todo el mundo ha cambiado la vida de Lalita. La mujer de 25 años, ahora firmemente comprometida con la agricultura sostenible, está movilizando a los jóvenes de su comunidad para que participen en el crecimiento y la venta de los productos locales.
Consumismo consciente desde una perspectiva ecológica
La iniciativa Productos de la Alianza para las montañas y su correspondiente etiquetado, financiados por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, ayudan a los consumidores a comprender el trabajo y la historia que hay detrás del producto que están adquiriendo y, al mismo tiempo, garantizan un precio justo para sus productores. Esta iniciativa ha ayudado, además de a Lalita y su familia, a aproximadamente 10 000 pequeños agricultores de las zonas de montaña de ocho países a comercializar sus productos.
Las personas que viven en las montañas, como Lalita y su familia, son los guardianes de uno de los ecosistemas más importantes, pero a la vez más vulnerables de la Tierra. Más de la mitad de la población mundial depende de las montañas para la obtención de agua, alimentos y energía limpia. La etiqueta de Producto de la Alianza para las montañas ayuda a reducir la brecha entre los importantes productos que elaboran las comunidades que habitan en las montañas y los consumidores modernos. Las historias escritas por los propios productores son las únicas capaces de crear un vínculo emocional y el etiquetado ayuda a Lalita y otras personas como ella a contar esas historias al mundo.
Fuente: FAO