Junto al Ministerio de Agricultura y con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, la FAO está trabajando en la iniciativa Huerta Biodiversa, con cerca de 600 productores de la cordillera Pehuenche, de los cuales más de 400 son mujeres, se busca rescatar cultivos ancestrales.
Juanita Faúndez Riffo cultiva quínoa en la comunidad Camilo Coñoequir, en Curarrehue. Lo hace como le enseñó su mamá y su suegra quien, a su vez, trabaja la quínoa tradicionalmente, como le enseñó la suya. Sin saberlo Juanita, como productora, se ha convertido en una guardiana y defensora de semillas, quien además siempre comparte su conocimiento y legado relacionado al patrimonio cultural y genético del cultivo. Lamentablemente su caso es aislado.
Solo en la Región de La Araucanía, se siembran un total de 190 variedades de semillas tradicionales de especies de poroto, poroto pallar, puerro, tomate, trigo y zapallo. El 32% (cerca de 60 especies) se encuentra en estado escaso, y el 48% (cerca de 92 tipos de semillas) se consideran en riesgo de desaparecer. Muchas de estas semillas suelen ser mantenidas por una sola persona, o una sola familia. Para hacer frente a esta pérdida de biodiversidad agrícola y cultural, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) está trabajando junto a la Red de Sistemas Importantes de Patrimonio Agrícola Nacional, impulsada por el Ministerio de Agricultura de Chile (SIPAN Chile). Junto a INDAP y ODEPA, y con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), se está trabajando con 596 productores, 417 mujeres, que cultivan con un sistema denominado Huerta Familiar Biodiversa, muy utilizado en la Cordillera Pehuenche, a la que pertenecen las comunas de Alto Biobío, Lonquimay, Melipeuco y Curarrehue.
A través de ese sistema productivo, y resaltando la pertenencia cultural, se busca caracterizar y proteger especies tradicionales como la kinwa (quínoa), el poroto, el maíz, los ajíes, la papa chira o topinambur, la chalota, la lechuga, el zapallo y el nabo (collocho o mapucol); esto, con el fin de resguardar la agrobiodiversidad, la cultura, los conocimientos y las prácticas productivas tradicionales de las comunidades rurales, las cuales representan a diversos pueblos originarios.
“A pesar del paso del tiempo y de los embates del cambio climático, muchas comunidades han logrado ingeniosas adaptaciones en sus medios de subsistencia. Iniciativas como Red SIPAN nos recuerdan la importancia del desarrollo colectivo sobre la base de los saberes locales, la promoción del respeto y del resguardo de prácticas ancestrales, y la recuperación de la agrobiodiversidad. Innovar respetando nuestro patrimonio ancestral es posible”, indicó Ana Posas, oficial técnica que lidera el proyecto SIPAN.
Reemplazo o tradición
En la búsqueda por evitar el reemplazo de cultivos ancestrales, y potenciar el uso de variedades tradicionales, la FAO en conjunto con en el Ministerio de Agricultura y las organizaciones vinculadas, está brindando asistencia técnica con un enfoque de pertenencia cultural, con la implementación de un plan de manejo que incluye la generación de espacios comunitarios de re-valorización de las semillas, así como del conocimiento tradicional.
También se han establecido semilleros tradicionales vivos en cada comuna, y se reconoce el rol de las mujeres que han custodiado su conocimiento asociado a la huerta. Además, se ha incorporado el rol de los equipos de Asistencia Técnica y Extensión Rural, para la comprensión de la trascendencia de la huerta mapuche, y su importancia en la conservación de biodiversidad y seguridad alimentaria presente en estos territorios.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura advierte que el 75% de la diversidad genética de los cultivos se ha perdido en los últimos cien años en todo el mundo.
Tomado de: FAO