En el mundo, casi 795 millones de personas padecen hambre cada día. Con una población mundial que superará previsiblemente los nueve mil millones de personas en 2050, la producción agrícola mundial deberá aumentar un 60 por ciento para satisfacer las necesidades alimentarias mundiales.
Sin embargo, en muchos lugares, la deforestación provocada por la creciente demanda de alimentos, fibras y combustible, degrada los ecosistemas, disminuye la disponibilidad de agua y limita la recolección de leña – reduciendo así la seguridad alimentaria, especialmente en las poblaciones pobres.
Los bosques naturales son fundamentales para la supervivencia de los habitantes del bosque, entre ellos, numerosos pueblos indígenas, y además, los bosques aportan agua limpia a las tierras agrícolas mediante la protección de las cuencas receptoras.
Los agricultores mejoran la seguridad alimentaria conservando los árboles en las explotaciones agrícolas, fomentando la regeneración natural y plantando árboles y otras especies forestales. Durante la mayor parte del año, los pastores de las zonas áridas y semiáridas dependen de los árboles como fuente de forraje para su ganado.
Los bosques, los árboles y los sistemas agroforestales contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional de muchas maneras, pero estas contribuciones generalmente se reflejan muy poco en las estrategias nacionales de desarrollo y de seguridad alimentaria. Junto con la escasa coordinación entre los sectores, el resultado neto es normalmente que los bosques quedan al margen de las decisiones sobre las políticas relacionadas con la seguridad alimentaria y nutricional.
Fuente: FAO