Por: José Antonio Hernández Los emprendimientos rurales en Guatemala ayudan a evitar que mujeres indígenas migren a Estados Unidos.
María Rebeca Pérez de Nebaj, Quiché, temía compartir su opinión y sus sueños, y hoy se ha convertido en promotora y un referente en su comunidad.
La vida en las montañas del área Ixil siempre ha resultado un desafío para las comunidades indígenas y en especial para mujeres como María Rebeca, madre de dos hijos y responsable de los ingresos que sostienen su hogar en donde vive junto con sus padres.
Uno de sus principales temores siempre había sido hablar en público, lo que le impedía involucrarse en las actividades de su comunidad, ubicada en la aldea Pulay. Su inseguridad la llevó incluso a considerar dejar su hogar para buscar oportunidades de trabajo en Estados Unidos, pero desistió luego que uno de sus hermanos le contó de los riesgos que implicaba el viaje.
Acostumbrada a ser independiente y a generar sus propios ingresos desde joven, compró una máquina de coser y gracias a su ímpetu, dominó rápido el arte de hacer bordados y güipiles, lo que le permitió generar ingresos para cubrir parte de sus gastos familiares, pero no eran suficientes.
Su participación como voluntaria en el Programa Conjunto Desarrollo Rural Integral Ixil, no solo le ofrecía una opción para generar ingresos a través de la agricultura, también fue una oportunidad para recobrar su autoestima y la seguridad en sí misma.
“No tenía los conocimientos, las herramientas ni el asesoramiento para establecer un negocio, sin embargo, nunca he dejado de soñar”, nos cuenta María Rebeca, y recuerda lo que significó para ella que la nombraran como promotora agropecuaria: “Me sentí con temor porque era la primera vez que asumía un cargo dentro de la comunidad, incluso algunas familias decían que yo no podía ser promotora porque no tenía experiencia y que era muy joven, pero acepté el reto. Ahora veo que la gente confía en mí, me buscan y me respetan en la comunidad”.
Con su trabajo ha ayudado a romper la estigmatización hacia las mujeres en su comunidad y así, ha aumentado su autoestima. Actualmente es un ejemplo a seguir para hombres, mujeres y jóvenes de Pulay por su conocimiento y perseverancia, ya que ha sido parte todos los procesos de formación.
Las capacitaciones de FAO y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación le permitieron a María Rebeca identificar tres puntos de oportunidades que ha resuelto de manera exitosa: ahora aprovecha de mejor manera el espacio en su terreno; ha superado el miedo a expresar sus ideas y se siente con la seguridad de lograr sus metas; y a tener objetivo y metas definidas más grandes que antes.
Uno de los principales cambios que María Rebeca reconoce es la mejora en la alimentación de sus hijos. Con lo que produce en su huerto garantiza los tres tiempos de comida toda su familia. Asimismo, su capacidad de producción ha aumentado; actualmente produce 18 quintales de tomate al año equivalente a Q3,600 (USD$460) y piensa construir un segundo invernadero para llegar 39 quintales y así, suplir la demanda de la escuela local. También incursionó en la producción de huevos y gracias a las capacitaciones de FAO, pasó de tener un gallo y una gallina que daban tres huevos a la semana, a contar con 300 gallinas ponedoras que representan Q7,083 (US$908) mensuales y aspira a comprar 500 más para suplir la demanda de la escuela.
María Rebeca es una de las mujeres que conforman las más de 2,100 familias que han establecido estas prácticas para incrementar la producción de alimentos y diversificar la agricultura familiar para generar ingresos. Hoy es una nueva mujer empresaria en la región.
“La FAO y MAGA me han apoyado a incrementar la productividad del poco terreno que tengo y a tener objetivos más grandes, yo quiero darle lo mejor a mis hijos y por eso estoy logrando mis objetivos”, nos cuenta María Rebeca antes de despedirse.
Fuente: FAO Guatemala