María Rebeca Pérez de Nebaj, que desde joven ha sacado adelante a una familia, siempre ha tenido que ser independiente. Es miembro de la comunidad indígena ixil que habita en el departamento de Quiché en Guatemala. En la historia reciente, las comunidades indígenas de esta zona han sufrido conflictos armados y violencia. Como consecuencia de ello, las oportunidades de sustento son escasas en la región, especialmente para las mujeres indígenas.
Inicialmente, María Rebeca trabajaba como agricultora en una pequeña granja, pero a los 19 años compró una máquina de coser y rápidamente dominó el arte de bordar y coser el huipil, un vestido tradicional que llevan las mujeres indígenas en Guatemala. Esta fuente de ingresos era fundamental para su familia, compuesta por sus padres y sus dos hijos, de la que es el principal sostén económico.
Si bien la costura le permitió hacerse cargo de una parte de los gastos de su familia, no era suficiente para mantenerla bien alimentada. Sus ingresos apenas alcanzaban para tres comidas diarias y le preocupaba que las dietas de sus hijos no fueran lo suficientemente nutritivas para que estuvieran sanos. Sopesó la idea de mudarse al norte de Guatemala para buscar trabajo, pero esto habría sido difícil y peligroso para una mujer soltera y sola. Sin embargo, cuando tuvo noticia del Programa Conjunto de Desarrollo Rural Ixil, dirigido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que se puso en marcha en su zona, vio la oportunidad de permanecer con su familia y aprender un oficio relacionado con la agricultura.
¡Qué diferencia gracias al huerto!
Gracias al programa de la FAO, que tenía por objeto mejorar los medios de vida y la nutrición de las comunidades indígenas de la zona, María Rebeca aprendió a producir alimentos nutritivos en su huerto doméstico. Comenzó aprendiendo a construir pequeños invernaderos y cultivar tomates, lo que mejoró de manera visible la nutrición de sus hijos. Los productos de su huerto le han permitido garantizar tres comidas completas diarias para toda su familia.
Tras la capacitación inicial, María Rebeca participó en un curso de capacitación en avicultura, llevando sus conocimientos e ingresos al siguiente nivel. Empezó con tan solo un gallo y una gallina que ponía tres huevos por semana y, actualmente, tiene casi 1 000 gallinas en su gran jardín trasero y un negocio próspero. Los huevos le reportan unos ingresos de aproximadamente 900 USD al mes y es reconocida en la zona y las comunidades cercanas por su calidad.
Además, es la única participante en el curso de capacitación de la FAO que se ha inscrito formalmente como proveedora del programa de alimentación escolar y, antes de la pandemia, suministraba a las escuelas locales 600 huevos por semana. Ahora, los vende de manera directa en su comunidad y los mercados locales.
Una líder en su comunidad
El programa de la FAO no solo le enseñó sus nuevas habilidades, sino que también despertó en María Rebeca un sentimiento de autoestima y confianza que no había sentido antes. Siempre había sido tímida y modesta. Le resultaba difícil participar en actos comunitarios y, todavía más, hablar en público ; pero los nuevos conocimientos adquiridos le han brindado la confianza que necesitaba para convertirse en promotora del programa y compartir sus nuevas habilidades con otros hombres y mujeres de su comunidad.
A pesar de ello, le costó acostumbrarse a su nuevo papel. “Al principio, tenía miedo porque era la primera vez que desempeñaba un papel en mi comunidad. Algunas familias decían que no podía ser promotora dada mi falta de experiencia, puesto que era muy joven, pero yo lo asumí como un reto. Ahora, veo que la gente de la comunidad confía en mí y me respeta”, comenta María Rebeca.
En la actualidad, María Rebeca cultiva alimentos suficientes para dar de comer a su familia tres veces al día y, antes de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), también era proveedora de una escuela local. ©FAO/José Itzep[/caption]
María Rebeca ha asistido a todos los cursos de capacitación dirigidos por la FAO y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de Guatemala y, gracias a su perseverancia y sus conocimientos, ha ayudado a luchar contra los prejuicios que muchas personas de Pulay, su aldea, tenían contra la mujer. Se ha convertido en un ejemplo para muchas otras mujeres de la comunidad.
En poco tiempo, María Rebeca ha pasado de ser una joven tímida a una heroína del sector alimentario a nivel local. Como experta local en la producción de huevos y tomates, es una fuente de inspiración para otras mujeres y su paciencia y capacidad para enseñar a los demás han tenido una repercusión enorme.
“La FAO y el Ministerio me han ayudado a aumentar la productividad de mi pequeña parcela, pero aún más que eso, pues me han permitido soñar en grande. Quiero lo mejor para mis hijos y por eso estoy trabajando para lograr objetivos nuevos y más ambiciosos”, señala.
La familia de María Rebeca forma parte de las más de 2 100 personas que han participado en el proyecto de la FAO en la región, aplicando mejores prácticas para aumentar la producción de alimentos, diversificando los ingresos y garantizando dietas más nutritivas para sus familias. La FAO, en colaboración con las comunidades locales y los inspiradores héroes del sector alimentario (#FoodHeroes), está ayudando a crear medios de vida más sólidos, mejorar la nutrición y lograr que el hambre llegue a ser un recuerdo del pasado.
Detrás de toda nuestra comida, siempre hay alguien que produjo, plantó, cosechó, pescó o transportó los alimentos. Al aproximarse el Día Mundial de la Alimentación, que se celebra el 16 de octubre, aprovechamos la oportunidad de dar las gracias a estos héroes del sector alimentario (#FoodHeroes) que, sin importar las circunstancias, siguen proporcionando alimentos a sus comunidades y otras personas, ayudando a desarrollar, nutrir y sostener nuestro mundo.
Fuente: FAO