El amor por la tierra: asistencia técnica para el aprovechamiento de los recursos

Experiencias

María de la Cruz Miranda es dueña de un pequeño negocio de productos variados en la calle principal de San Marcos de la Sierra.

Las mañanas de María se pasan entre artículos de plástico para el hogar, ropa para niños y los vecinos de la comunidad que llegan a comprar a su céntrica tienda o simplemente a entablar plática con la sonriente dueña del local.

Sin embargo, el corazón de María está en otro lugar.

“Yo soy de las personas que me gusta la tierra. Si yo pudiera pasar más tiempo trabajando la tierra, sería aún más feliz”, asegura con ilusión en la mirada y la sonrisa que le caracteriza.

María tiene casi 15 años dedicándose a tiempo parcial a la siembra de todo tipo de cultivos, especialmente café. Todas las tardes, al volver de su tienda, trabaja dándole mantenimiento a su sistema de riego, sembrando chiles dulces y preparando la tierra hasta que la oscuridad no se lo permite.

Sin embargo, las condiciones climáticas de la zona nunca le han permitido dedicarse por completo a su pasión. El municipio de Intibucá tiene un promedio de apenas 137 milimetros de lluvia en una temporada de invierno que solo dura seis meses, lo que obliga a los agricultores a sembrar en cantidades reducidas para aprovechar al máximo el agua disponible.

“La zona no es tan adecuada como en otros lugares que llueve suficiente. Aquí solo son seis meses de lluvia, no es un lugar en el que vamos a dedicarnos solamente a eso (la agricultura) sino que buscamos otras maneras de ganarnos la vida”, asegura María.

Hace cuatro años, María empezó a asistir a las capacitaciones de la asociación de productores de San Marcos de la Sierra. Ahí se dio cuenta que obtener el máximo provecho de su tierra dependía de muchas otras cosas que la lluvia.

“Recibimos capacitaciones sobre cómo cuidar la planta, qué tipo de abono se le puede poner al café, cómo hacer abonos orgánicos… los tipos de foliares y como utilizarlos, cuantas veces abonar la finca, porque nosotros antes solo lo hacíamos una vez al año.”

Según María, el principal resultado de la aplicación de sus nuevos conocimientos es el aumento en la calidad de su café, un factor determinante para obtener mejores precios.

“Hemos obtenido mejor calidad de café y mayor producción con respecto a años anteriores”

La asociación de productores, acompaña a agricultores familiares como María no solo con apoyo técnico, transfiriendo conocimientos esenciales para aprovechar al máximo los recursos que ya tienen, sino que les facilita insumos como abono a la mitad de su precio de mercado y gestiona con las municipalidades, la apertura mercados que ofrezcan mejores precios por sus productos.

“Con una mejor calidad también ha venido un mejor precio… Se ha visto que hacemos un poco más de dinero, por eso le ponemos más ganas, más esfuerzo. Nos ha dado más ánimos de trabajar”, afirma María.

Este tipo de asistencia técnica y financiera llega a productores como María, gracias a los Sistemas de Extensión e Innovación Productiva apoyados por el programa “Mesoamérica sin Hambre AMEXCID-FAO”, un programa de cooperación sur-sur triangular, impulsado por el Gobierno de México, a través de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El Sistema de Extensión e Innovación Productiva, es un modelo que permite escalar la asistencia técnica que provee la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) hacia los Programas Municipales de Apoyo a la Agricultura Familiar, los que a su vez la hacen llegar a las asociaciones de productores, por medio de los técnicos de las Unidades Municipales de Agricultura Familiar basados en cada comunidad.

Para alguien que disfruta tanto el trabajo en campo como María, estos cuatro años de asistencia técnica dentro de su asociación de productores, han hecho un mundo de diferencia, ya que no solo ha aprendido a sacar el máximo provecho de su tierra, sino también ver hacia otro tipo de cultivos con gran potencial.

“Además, yo aquí tengo árboles frutales y chile. A todo eso nos han motivado en la asociación. Ahora viene el aguacate. Ya tenemos los agujeros listos, también el abono para empezar en mayo. Yo estoy bien emocionada porque he visto que a otros compañeros les ha funcionado”, asegura.

Mientras eso llega, María motiva a otras personas de la comunidad a unirse a la asociación, incluyendo a sus dos hijos que suelen ayudarle en la parcela familiar al final de sus actividades diarias o los fines de semana.

“En la asociación siempre nos han motivado a que nuestros hijos también formen parte y que vayan captando algunas de las ideas que nosotros hemos aprendido”.

María es optimista y espera que con las buenas prácticas aplicadas a su finca de café, en conjunto con los diferentes cultivos que la asociación de productores les ha promovido, muy pronto logre alcanzar el sueño de dedicarse al completo a su tierra.

“Nada me haría más feliz que dedicarme todo el día a mi finquita”, concluye sonriente.

Tomado de: FAO Honduras